jueves, 29 de noviembre de 2007

sábado, 20 de octubre de 2007

Un día cualquiera

Casi todas las mañanas lo primero que veo al despertarme, todavía con los ojos cerrados, es una cara. Hay caras que duran días, semanas e incluso meses; hay caras fugaces y caras constantes; caras que auguran un buen día y otras que se presentan como una traición de mi inconsciente, aprovechando que he bajado la guardia mientras descansaba.
Quiero poder mirar en el fondo de los ojos de las caras que me hacen sonreir.


sábado, 6 de octubre de 2007

Interferencias

Definitivamente no conozco el lenguaje de las palabras no escritas ni habladas. No soy capaz de interpretar correctamente las señales que me llegan, y mucho menos soy capaz de emitir las mías de modo que consigan el objetivo deseado.
Me temo que he sintonizado un canal repleto de interferencias.

(Innecesario aclarar el sexo de los emisores/receptores a los que me refiero).


lunes, 17 de septiembre de 2007

Siempre


Recogí ayer vuestra postal del buzón. Me alegra que me recordarais en Roma, así pude estar un poquito allí, con vosotros. Roma es algo en lo que pienso a menudo, no es un lugar, es mucho más. Se que no tiene sentido, pero últimamente me imagino en mitad de noviembre, pocos meses después de mi llegada y quisiera trasladarme en el tiempo. Me encantaría ser capaz de afrontar la incertidumbre como lo hacía entonces, sin miedo, con la frescura de quien no se preocupa por lo que será de su vida, con mil caminos posibles a seguir delante de mi y dispuesta a recorrer cualquiera de ellos. Ahora intento cada día que las cosas sean de esa manera y no es fácil. Me pesa demasiado el tiempo que pasó y el tiempo que me queda. Yo que siempre jugué a ser ajena al tiempo y que sigo creyendo en la palabra siempre, entendida como ausencia de tiempo, me preocupo por lo que fui, por lo que soy y por lo que seré. Muchas veces me falta paciencia y necesito respuestas, otras me siento llena de fuerzas para emprender una búsqueda que no sé hacia donde me lleva. Necesito el extraño orgullo que sentía entonces, en Roma, cuando no importaba no saber que sería de mi vida. De momento, al menos sé que no está todo perdido, que vuelvo a emocionarme con pequeñas cosas, que comienzo a sentir otra vez calor bajo mi piel, que soy capaz de enamorarme de nuevo, de soñar cosas distintas, de abrir los ojos por la mañana y sonreír. Y espero poder pronto acortar una distancia que de de alguna manera me separa del mundo, que me hace sentirme lejos de todo demasiadas veces, porque no puedo estar bien con nada si no consigo estar bien conmigo misma. Queda menos, mucho menos.

Fascinante Roma.


lunes, 10 de septiembre de 2007

"Vagando...

...por el Quai des Célestins piso unas hojas secas y cuando levanto una y la miro bien la veo llena de polvo de oro viejo, con por debajo unas tierras profundas como el perfume musgoso que se me pega en la mano. Por todo eso traigo las hojas a mi pieza y las sujeto en la pantalla de una lámpara. Viene Ossip, se queda dos horas y ni siquiera mira la lámpara. Al otro día aparece Etienne, y todavía con la boina en la mano, Dis donc, c'est épatant, ça!, y levanta la lámpara, estudias las hojas, se entusiasma, Durero, las nervaduras, etcétera.
Una misma situación y dos versiones... Me quedo pensando en todas las hojas que no veré yo, el juntador de hojas secas, en tanta cosas que habrá en el aire y que no ven estos ojos, pobres murciélagos de novelas y cines y flores disecadas. Por todos lados habrá lámparas, habrá hojas que no veré."


Julio Cortazar, Rayuela